Las desconocidas cuevas medievales de La Candamia
Tres iglesias excavadas y un eremitorio. La tierra arcillosa y fácil de trabajar de La Candamia explicaría que durante la Edad Media proliferaran en este enclave cuevas con funciones religiosas. Solo se conserva la iglesia de San Martín, pero una profesora leonesa ha documentado otras tres.
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Interior de la cueva de San Martín, la única iglesia excavada que se conserva en León. VANESSA JIMENO
León
La Candamia es un territorio aún «inexplorado», pese a la riqueza de asentamientos que hubo en la zona, desde el Neolítico, y algunos hallazgos sorprendentes. La profesora Vanessa Jimeno Guerra, del departamento de Patrimonio Artístico y Documental de la Universidad de León, acaba de publicar el libro Formas de poblamiento durante la Edad Media: la arquitectura excavada en La Candamia , donde desvela la ocupación de este enclave por eremitas, monjes y anacoretas, al menos, entre los siglos X y XI.
La profesora leonesa consiguió hace dos años que Hispania Nostra incluyera en su Lista Roja de monumentos en peligro la cueva de San Martín, en Villamoros de las Regueras, en La Candamia, única iglesia excavada de la Alta Edad Media que se conserva en la provincia de León. Su propósito es que no se pierda.
En su libro, que le ha costado seis años de investigaciones, Jimeno explica que el resto de las cuevas medievales de la zona se han perdido y solo cuatro están documentadas, la mayoría en manuscritos preservados en la Catedral de León. Estas cuevas responden a dos tipologías: iglesias y eremitorios. Al primer grupo pertenecerían las cuevas de San Martín y las desaparecidas de San Miguel y San Torcuato. De eremitorios solo se conoce la cueva de Maniulfo por un documento del archivo catedralicio del año 1006. El nombre procedería de uno de sus propietarios, según este documento, porque el morador era Gundisalvo, asceta que compartía cueva con una mujer, presentada «como la tentación del diablo». La autora del libro afirma que es posible que fuera un eremitorio mixto, aunque no estaba bien visto por obispos como Froilán. Esta cueva también tiene una crónica negra. En los años 20 del pasado siglo apareció un hombre muerto.
«La importancia de estas arquitecturas excavadas es directamente proporcional al desconocimiento que existe sobre ellas», afirma Vanessa Jimeno. La profesora explica que el terreno arcilloso de La Candamia sería la explicación de que existieran tantas cuevas, fáciles de horadar, pero difíciles de preservar.
La Cueva del Moro, en Puente Castro. VANESSA JIMENO
También ha constatado que muchas cavidades fueron destruidas «por la codicia de los vecinos», que creían que las cuevas ocultaban tesoros.
Jimeno Guerra, que estudió en profundidad las Cuevas Menudas, muy próximas al yacimiento de Lancia, cuenta en su libro algunos descubrimientos en La Candamia. En 1986 se localizó un enterramiento colectivo del Neolítico (de nueve individuos), con su ajuar de hachas pulimentadas y cuchillos de sílex, que actualmente se conserva en el Museo de León.
En La Candamia también se extrajo un colmillo, supuestamente de elefante, que pasó al Museo Arqueológico de San Marcos, pero desapareció misteriosamente. En 1930, durante las obras de construcción de un puente en Villaobispo, apareció el cráneo de un mastodonte, que ahora está en el Instituto Geológico Minero de España. Y en las denominadas cuestas de La Candamia se descubrieron fragmentos del húmero de un proboscídeo (especie a la que pertenecen los actuales elefantes), depositado en el Instituto Padre Isla. De estos hallazgos proceden algunas leyendas sobre La Candamia como ‘cementerio de mamuts’.
Explica Jimeno que las cuevas e iglesias excavadas en el valle del bajo Torío son de la misma época que el monasterio de San Miguel de Escalada o la iglesia de Peñalba de Santiago. La cueva de San Martín, que desde 2018 cuenta con un acceso realizado por el Ayuntamiento de Villaquilambre, tiene una planta longitudinal. Todavía son visibles algunos orificios, según sugiere la investigadora, usados para cortinajes que separaran el presbiterio, para cumplir la función litúrgica.
Estas iglesias —dice— «funcionaban en la Edad Media como parroquias». En un testamento del 3 de julio del año 990 el monje Pelayo, de sobrenombre Zuleiman, dona a dos monjes «la peña que ha sido excavada consagrada a San Martín». Se sabe que Zuleiman ostentó además el cargo de mayordomo de la reina Teresa de Ansurez, esposa de Sancho I. Esta cueva podría ser una propiedad real bajo la tutela del monje-mayordomo; y es posible que la propia reina fundara la iglesia excavada.
Junto a la cueva de San Martín, la de San Miguel Arcángel es la más documentada. La Catedral guarda un diploma del año 1005 que cita esta cueva. En otro documento del año 1035 se denomina a la cueva ‘monesterio’, nombre que designaba «la habitación de un solitario», es decir, un anacoreta.
La que posiblemente es la Cueva de San Miguel, en Villanueva del Árbol. VANESSA JIMENO
Una hipótesis novedosa
En su libro, Vanessa Jimeno apunta una teoría sobre dónde está la cueva de San Miguel Arcángel. Se trata de una hipótesis que encaja con las descripciones documentales. La cavidad —dice— correspondería al arco excavado que «resiste indemne» entre las localidades de Villanueva del Árbol y Robledo de Torío.
La profesora defiende que muy probablemente hubo muchas más cuevas en La Candamia y que en el Castrum Iudeorum , los eremitorios, tanto en la ladera este como en la sur del cerro de Puente Castro, habrían convivido con la población judía, antes de que este asentamiento fuera arrasado por Alfonso VIII de Castilla en 1196 y los habitantes buscaran refugio en la aljama de León.
El arqueólogo leonés José María Luengo, en su estudio sobre los castros de la provincia, cita tres grupos de cuevas, cavadas unas sobre otras, en La Candamia, «similares a las de Lancia, Villacontilde, Valle de Mansilla y Rueda del Almirante». En la ladera oeste del Castrum Iudeorum se encontraría la conocida como Cueva del Moro. En 1924 el arqueólogo Julián Sanz se refiere a la cueva de San Torcuato y la ubica en la ladera sur. Esta cavidad se cita en un manuscrito de venta de una viña, del siglo XI, que utiliza como referencias de ubicación las cuevas excavadas de San Martín (en Villamoros) y San Torcuato (en Puente Castro).