Tag Archives: Grajal de Campos

LA VILLA Y FORTALEZA DE CEA. UNA VISIÓN ROMÁNTICA

LA VILLA Y FORTALEZA DE CEA. UNA VISIÓN ROMÁNTICA

 

LA VILLA Y FORTALEZA DE CEA. UNA VISIÓN ROMÁNTICA

Autor texto y fotos: DAVID GUSTAVO LÓPEZ

ORIGEN DEL CASTILLO

Se da por seguro que el cerro sobre el que se alza el actual castillo fue solar de un castro vacceo, pobladores del sector central de la cuenca del Duero que también alcanzaron parte de la ribera del Cea antes de la llegada de los romanos.

Siglos más tarde, ya en el IX, Alfonso III aprovechó lo estratégico del lugar para apuntalar su avance reconquistador contra los musulmanes, fortificándolo para este finy, posiblemente, creando un núcleo de repoblación en Cea.

Con Ramiro II, nieto de Alfonso III e hijo de Ordoño II, está documentada la existencia de un condado de Cea ostentado por Vermudo Núñez, el cual pasará a sus sucesores hasta que se extingue a principios del siglo XI.

PRISIÓN DEL REY DE NAVARRA

En el mismo siglo XI, Fernando I de León (hijo del rey de Navarra, conde de Castilla y artífice, junto con su esposa Sancha, de la iglesia de San Isidoro) encarceló en esta fortaleza a su hermano García III de Navarra, con el que mantenía frecuentes disputas fronterizas y a quien apresó durante una visita que el navarro hizo a León para interesarse por la salud de Fernando, que se hallaba enfermo. Pero García escapó del castillo de Cea y nuevamente se enfrentó a su hermano en la importante batalla de Atapuerca, donde murió en el año 1054.

Fernando se hizo con el cadáver de García y lo mandó enterrar con todos los honores en la iglesia de Santa María de Nájera, precisamente recién fundada por el rey navarro.

A partir de ese momento, la frontera quedó fijada en el Ebro y el nuevo rey de Navarra Sancho Garcés IV hubo de rendir vasallaje al de León.

CASTILLO FRONTERIZO ENTRE LEÓN Y CASTILLA

El castillo de Cea se convirtió en un estratégico emplazamiento durante las guerras y escaramuzas fronterizas mantenidas entre leoneses y castellanos a lo largo del siglo XII, especialmente a partir de 1157, tras la muerte de Alfonso VII y la división del reino entre Sancho, a quien otorgó Castilla, y Fernando II, que heredó León. Cea pasó en varias ocasiones de un reino a otro en virtud de distintos tratados. Esta alternancia concluyó definitivamente cuando Fernando III unificó definitivamente los dos reinos.

TESTIGO DEL AMOR ENTRE PEDRO I y MARÍA DE PADILLA

Ya en el siglo XIV, el castillo de Cea era propiedad de Juan Alfonso de Alburquerque, que lo había obtenido de su mujer Isabel Téllez de Meneses, cuya familia había ostentado la tenencia del castillo durante más de un siglo. Juan Alfonso era un noble portugués muy introducido en la Corte de León y Castilla, donde incluso llegó a ser valido de su primo el rey Alfonso XI, por lo que a la muerte de éste, en 1350, ayudó en el gobierno a su viuda María de Portugal (hija del rey de Portugal) y al hijo de ésta y heredero del reino Pedro I (después apodado el Cruel o el Justiciero, según le nombrasen sus detractores o sus partidarios) que solo tenía 16 años de edad.

Sin embargo, tres años más tarde, en 1353, las relaciones entre Pedro I y el señor de Alburquerque se hicieron tensas por causa de que éste último intervino a espaldas del rey para urdir su matrimonio con Blanca de Borbón, miembro de la familia real francesa, a la que el monarca abandonó al tercer día de su boda para continuar sus relaciones con María de Padilla, una joven de la nobleza castellana que le tenía verdaderamente enamorado y con quien ya iba a tener su primera hija (Beatriz). Las crónicas de aquel tiempo la describen como “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo. Incluso el historiador de la época Pero López de Ayala en su Crónica del Rey Don Pedro, al referir la contestación que el rey dio a Juan Alfonso de Alburquerque cuando fue a pedirle que volviera con la despechada reina, escribe: “Doña María de Padilla le parecía que era la más fermosa dueña que en todo el mundo avia, é que era el su primer amor; por ende que él non tendría otra muger si non á Doña María de Padilla”.

Por esta ruptura de relaciones, el rey otorgó su favoritismo a la familia de María de Padilla. Por su parte, el de Alburquerque se rebeló, poniéndose al lado de Enrique, hermanastro de Pedro I, hijo de Alfonso XI fuera de su matrimonio, que siempre se creyó con derecho a la sucesión y a cuyo favor tenía a parte de la alta nobleza. Dieciséis años más tarde, Enrique terminó imponiéndose y, tras dar muerte a Pedro I, reinó con el nombre de Enrique II de Trastamara. Por causa de su traición, el portugués fue envenenado en 1354.

Como consecuencia de tan fuerte enfrentamiento con el señor de Alburquerque, Pedro I, que debía ser enormemente vengativo y cruel en sus venganzas, mandó destruir el castillo de Cea, donde había pasado temporadas con motivo de sus amores con María de Padilla.

Y es que, según escribe el ya mencionado Pero López de Ayala, María había venido a la residencia o albergue del monasterio de Trianos -hoy propiedad particular, ruinoso en lo que fue su iglesia y parte monástica, aunque declarado Bien de Interés Cultural-, a solo cuatro kilómetros de Cea, traída por su tío Juan Fernández de Hinestrosa, miembro dela familia Meneses, fundadora del monasterio en el siglo XII. Se cree que este viaje fue urdido por Juan Fernández con objeto de presentar a su sobrina al rey, que paraba en el castillo por causa de un viaje a Asturias, concretamente a Gijón, para sofocar una rebelión de su hermanastro Enrique. Tendría el rey unos dieciocho años.

El académico de la Historia Eugenio de Llaguno Amírola, autor de las notas a la edición de la Crónica del Rey Don Pedro de 1779, informa de la existencia de otro libro al que titula Abreviación de la Historia General de España, que contiene la crónica abreviada de Pedro I y cuya autoría atribuye al mismo López de Ayala, aunque la considera una versión resumida y de mayor imprecisión histórica. Según esta Abreviación, el rey conoció a María de Padilla en León, a su regreso de Asturias, ya que ésta era pariente de Diego Fernández de Quiñones, un poderoso caballero leonés (es de suponer que se refiera a Suero Pérez, fundador y señor de la casa de Quiñones de 1350 a 1367, partidario de Pedro I, aunque después se pasó al lado de su hermanastro Enrique, y abuelo de Diego Fernández de Quiñones). El autor de la crónica no duda en elogios para la belleza de María de Padilla: “era la más apuesta doncella que por entonces se hallaba en el mundo”.

Pero no habían transcurrido dos años cuando María de Padilla fue temporalmente abandonada por el rey a causa de su nueva y rocambolesca aventura pasional y matrimonio con Juana de Castro. Se cree que la castellana, ya con dos hijas en ese momento, se retiró nuevamente a Trianos mientras, con autorización papal, construía para ella, con la complicidad y ayuda de Pedro I, un monasterio en Astudillo (Palencia) -actual convento de Santa Clara-, que no llegaría a utilizar, pues el rey regresó nuevamente y con ella llegó a sumar tres hijas y un hijo, a quienes reconoció como legítimos tras la muerte temprana de María de Padilla en 1361, alegando haberse casado en secreto con María antes que con su primera esposa Blanca de Borbón. El arzobispo de Toledo creyó lo expuesto y declaró nulos los otros dos matrimonios. Ante estos hechos, la Cortes, reunidas en Sevilla, ratificaron lo afirmado por el rey, declarando reina a la ya difunta María de Padilla y legitimando su descendencia.

María de Padilla, por deseo de Pedro I, fue enterrada en la Catedral de Sevilla, y allí tiene su copla:

 

María, María de Padilla,

la doncella más bella de Sevilla

que a un rey enamoró

y en el Alcázar, entre azahares,

su trono levantó.

Entre flores prisionera,

ay, María de Padilla,

fuiste tú la luz primera

del rey Don Pedro,

Don Pedro de Castilla.

Puede que María Padilla fuese el primer amor del rey, pero desde luego no el único, pues Pedro I tiene documentados nueve hijos de cinco mujeres diferentes. Pedro I, sin duda cruel con cuantos se opusieron a él, fue atacado, tras varios intentos fallidos, por su hermanastro Enrique al frente de un gran ejército integrado en buena parte por mercenarios franceses (las llamadas “Compañías Blancas”) al mando de Beltrán Duguesclín. Las batalla tuvo lugar junto al castillo de Montiel (Ciudad Real) donde el rey Pedro, sujetado por Duguesclín y mientras éste pronunciaba las célebres palabras “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”, fue apuñalado por su hermanastro Enrique, que a continuación le decapitó e hizo pasear su cabeza clavada en una pica por todo el reino. Era el año 1369, Pedro solo tenía 35 años.

LA ÚLTIMA ETAPA DEL CASTILLO

El castillo de Cea fue reconstruido en el S. XV por el Adelantado Diego Gómez de Sandoval que compró la villa en 1412 para su descendencia, a la cual perteneció el I duque de Lerma, famoso corrupto y valido de Felipe III, que también fue nombrado cardenal en 1618 y a quien le iba dedicada una coplilla que corrió por Madrid: “Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado”. Este mismo rey creó el marquesado de Cea que, más tarde, en 1603, elevó a categoría de ducado, concediéndoselo a Cristóbal Gómez de Sandoval Rojas y de la Cerda, hijo del I duque de Lerma, que ya era primer marqués de Cea por habérselo otorgado el mismo rey en 1599. El título de duque de Cea fue poco a poco abandonado por los descendientes de Cristóbal Gómez de Sandoval, hasta prácticamente desaparecer.

 

 

ARQUITECTURA DEFENSIVA ÚNICA EN ESPAÑA

La fortificación medieval está compuesta por un recinto de murallas, conservadas sólo al norte y oeste; poseen almenas y forman un recinto de unos 90 x 40 m. En el extremo oeste se construyó en la Baja Edad Media, tal vez por Diego Gómez de Sandoval, un torreón del homenaje de planta en cruz gamada merced a 4 torres adosadas a los ángulos. Tiene 4 plantas, abovedadas, con gran número de elementos defensivos y palaciegos. Esta planta con forma de cruz gamada sólo la poseen algunos castillos orientales y es única en España. Tal disposición permite cubrir todos los posible flancos de ataque y emplazar artillería de alcance cercano a todo su alrededor.

 

EL CASTILLO, HOY

El castillo fue donado a la Junta Vecinal de Cea, a la cual pertenece actualmente, por los herederos de esta familia en el año 1993.

El estado de ruina en que se halla, con sucesivos derrumbamientos registrados en los últimos años, ha sido motivo de denuncias y gestiones ante la Junta de Castilla y León mediante una actuación conjunta de la Plataforma por la Defensa del Castillo de Cea y la asociación Promonumenta. Resultado de ello ha sido una intervención de urgencia por la Dirección General de Patrimonio en el año 2015, con un presupuesto de 146.273 euros, centrada en reforzar y atar los muros mediante zunchos metálicos, y en impedir que a breve plazo la ladera del lado norte se siga erosionando. De todos modos, es necesaria y urgente una intervención más profunda, tanto en la consolidación del talud, que exigirá devolver a su antiguo cauce al río Cea, pues actualmente lo está erosionando en su base, como en la restauración de los principales muros y murallas del castillo.

Es Bien de Interés Cultural desde 1949.

Está Incluido en LISTA ROJA de Hispania Nostra.

En 2012 ha sido declarado el primero entre las joyas de Castilla y León por El Norte de Castilla.

 

LA VILLA DE CEA

Aunque la villa tiene belleza y numerosos elementos y edificios de interés, a su imagen actual cuesta aplicarle el piropo de “ciudad admirable” que le dedicó Sampiro hace mil años.

Está dividida en dos barrios sobre dos cerros separados por la carretera. Uno, el más antiguo, rodeando a la iglesia de San Martín, con una restauración parcial reciente; y el otro, extendido en la ladera del castillo, con su iglesia de Santa María (diseñada por Julio del Campo en 1909 y sufragada por la hija de la villa Dña. Margarita de Modino) en la parte alta.

Adyacente al pueblo, por el lado sur, se alza el llamado “Cerro de la Parba”, cuya forma de mota lo hace inconfundible. Es posible que aquí se emplazase también un antiguo castro vacceo. Al lado sur del mismo se encuentran numerosos vestigios de lo que fue un antiguo barrio judío de Cea, que pervivió hasta el siglo XV, aunque posteriormente alcanzó también a una zona del actual casco urbano.

Su bello e importante puente sobre el Cea, que muchos dicen romano, data del siglo XVII con restauraciones en el XVIII.

Vista del castillo desde el este.Visita de Promonumenta el 20-2-2016.

Foto 1

Vista desde el este. A la derecha lo que queda del lienzo norte de la muralla.

Foto 2

 

Facebooktwitterpinterestlinkedinmail